lunes, 22 de diciembre de 2014

Las zapatillas doradas

Faltaban solo cuatro días para Navidad. Entré en el hipermercado para hacer las consabidas compras. La tienda estaba a rebosar de gente. Los carros de los clientes llenos hasta arriba, e incluso había atascos en los pasillos.
Los pies me dolían tanto como la cabeza de tanto barullo, luces y demás inconvenientes que ocurren cuando vamos a estos sitios.
Cuando ya tenía todo lo que necesitaba y quizá más de la cuenta, me dirigí a la caja. Escogí la que tenía la fila más corta, pero tendría que esperar lo menos veinte minutos para llegar a la caja.
Delante de mí había un niño y una niña .El niño tendría unos cinco años y la niña era un poco menor. Él llevaba un abrigo harapiento y unos tenis viejos y enormes que sobresalían debajo de unos pantalones que le quedaban muy cortos. En sus manos que estaban muy sucias, tenía varios billetes de un dólar todos arrugados.
La ropa de la niña se parecía a la de su hermano. Su cabeza era una maraña de pelo undulado. En la cara se le veían restos de la cena. Llevaba en las manos un hermoso par de zapatillas doradas. Se oía música navideña en el equipo de sonido del almacén y la niña tarareaba feliz.
Cuando llegamos a la caja, la niña puso los zapatos con mucho cuidado sobre el mostrador. Los sostenía como si se tratara de un tesoro. La cajera marcó la cuenta.
-Son seis dólares con nueve centavos-dijo.
El niño puso los billetes arrugados sobre el mostrador mientras buscaba más en los bolsillos de su pantalón. Consiguió reunir 3 dólares con 12 centavos.
-Supongo que tendremos que devolverlas -dijo valientemente. Volveremos después, quizá mañana.
En cuanto oyó eso, la niña dijo con un leve sollozo.
-Pero a Jesús le habrían encantado esas zapatillas.
-Bueno, volveremos a casa y trabajaremos un poco más. No llores, volveremos después- le aseguró su hermano.
En ese instante le pasé tres dólares a la cajera. Esos niños habían esperado un largo rato en la fila, y a fin de cuentas, era Navidad.
De repente un par de brazos me rodearon el cuello y una vocecita exclamó:
-Muchas gracias señora.
-¿A que te referías cuando dijiste que a Jesús le habrían gustado esos zapatos? - pregunté.
El niño respondió:
Nuestra mamá está enferma y se va a ir al Cielo. Papá dijo que es posible que se vaya a vivir con Jesús antes de Navidad.
La niña añadió:
En la escuela dominical, mi profesora me dijo que las calles del Cielo son doradas, como estas zapatillas. ¿No le parece que mi mamá se vería hermosa caminando por esas calles con zapatos del mismo color?
Los ojos se me aguaron al fijarme en la carita manchada por las lágrimas.
-Sí -le respondí-, no me cabe duda-
En ese momento le agradecí a Dios en silencio que se valiera de esos niños para recordarme lo que significa DAR.

La Navidad es tiempo de gozar, disfrutar de muchas cosa, ya sean comida, regalos, besos y abrazos, pero muchas veces también se llora.
Os deseo a todos mis seguidores y a los que no me sigan también, unas felices fiestas. Deseo que no lloréis, pero aseguraros de...DAR ALGO.

7 comentarios:

  1. Jolín María Ángeles ¿cómo es posible no llorar con esta historia? pues sí he llorado porque es triste y muy tierna a la vez.Besicos y FELIZ NAVIDAD también para tí.

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    1. Lo siento mi querida Charo, pero tienes que tener en cuenta que...estamos en Navidad.
      Un besazo

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  2. Feliz navidad para tí también, Mª Ángeles. Que disfrutes de tu familia y seres queridos y que el año que viene nos traiga salud y un poquito de prosperidad a todos. Un beso.

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    1. Gracias por tus deseos para todos, lo principal es salud y...dine....jajaja,
      Feliz Año Nuevo.
      Un beso

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  3. Ma de los Angeles, una hermosa oportunidad para hacer feliz a alguien más, sos una bendecida con toda seguridad, Muy Feliz Nochebuena!!!!! Un abrazo

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    1. No soy ni más ni menos que como todo el mundo, pero a veces tengo suerte y me encuentro con algo así de bonito.
      Feliz Año Nuevo.
      Un beso María Cristina

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