lunes, 5 de julio de 2010

topo

Lo primero gracias a todos los que me habéis felicitado. Según algunos, se os han saltado las lágrimas, pues bien, hoy todavía me encuentro sensible, así que preparar el pañuelo.

Por aquellas fechas, las mismas del abanico, en España teníamos cartillas de racionamiento, no culpo a nadie por ello, hubo una guerra y esas fueron las circunstancias. La culpa...los dos bandos.
Lo que más notábamos en falta era el pan, (hoy no lo comemos porque engorda). A través de una amiguita mía, mi madre se enteró que un panadero clandestino, (topo), hacía pan en su casa y solo lo vendía a gente conocida, si no ibas recomendado no solo no te habría la puerta y mucho menos te vendía pan.
Aprovechando que mi amiga fue a comprar, mi madre me mandó a mí con ella y compré pan en forma de unas deliciosas barritas blancas.
A partir de ese día fuimos muy a menudo, o sea casi todos los días. El primer día que comió mi padre el riquisimo pan, le preguntó a mi madre donde lo había comprado y ella se lo explicó y a la vez le dijo que si supiera el panadero que él era Guardia no nos lo vendería...pero el señor Teodoro, el panadero topo...se enteró de que mi padre era Guardia, como decían por el barrio. En aquellos tiempos ser Guardia, aunque fuese de Tráfico, era muy importante, (lo que no sabía la gente, era que pasábamos las mismas necesidades que los demás).
Una tarde me mandó mi madre a comprar pan, cuando llamé a la puerta, me abrió su esposa y me dijo que no había pan, que ya nunca lo habría. Yo era muy pequeña, pero enseguida me dí cuenta del motivo por el que no me vendían el pan que con tanto deseo estaban esperando mis hermanos. Cuando llegué a casa sin nada, mi madre se dio cuenta enseguida de por que yo no llevaba pan. Me cogió de la mano y fuimos hacia la casa del señor Teodoro, nos abrió la puerta su esposa, como la vez anterior, le preguntó a mi madre que quería, ella le dijo con un tono bastante alto que quería hablar con su marido, iba a contestar la señora, cuando se oyó la voz del "topo" diciendo:- Pase señora.
Mi madre no le dejó casi decir nada, ella le dijo que nos habían robado las cartillas de racionamiento, (era verdad) y que sus hijos tenían que comer, tengo cinco, dijo mi madre, y esta es la mayor, mi marido es guardia, pero no se preocupe que él no le va a denunciar, de eso me encargo yo.
No solamente nos vendió pan, si no que nos dijo, que si alguna vez nos encontrábamos en apuros económicos que no dejáramos de ir a por pan. Aunque mi padre era funcionario, apurados creo que estábamos siempre, pero desde aquel día y hasta que de nuevo nos renovaron las cartillas, no nos faltó pan, blanquito y riquísimo.

Por ley de vida, el señor Teodoro no estará entre nosotros pues él era cincuentón cuando yo tenía diez años. Por cierto que tenía un hijo treintañero, que siempre que me veía, me decía: -Me voy a casar contigo, y yo me lo creía...
Pero allá donde esté, que sepa que aquí hay alguien que le recuerda con cariño y respeto y jamás le he olvidado. El episodio mas extenso lo cuento en mi libro El Soldado Feliciano, esta es la prueba de mi reconocimiento para un "Topo" bueno, como muchos lo fueron... ahora la que va a llorar soy yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario